MALDAD, NO ES ENFERMEDAD.

Una vez más, nos encontramos como sociedad ante un hecho que nos llena de dolor, desasosiego, bronca, ira, rabia y sobre todo interrogantes y preguntas que creo jamás podremos responder. ¿Cómo un padre es capaz de asesinar, tirar al mar, a sus mismas dos hijas que un día pudo sentir la alegría, dicha y plenitud de traer a este mundo? Nos haremos una y mil veces esta pegunta, habrá respuestas de todos los tipos (como las está habiendo) desde que “es un loco, aunque no tenía cara de esto, caprichoso narcisista, asesino, sinvergüenza, y hasta que su madre fue la responsable de lo que paso”. Como seres humanos necesitamos encontrar una respuesta, una explicación que calme muchas veces esas emociones tan desbordantes qué nos invaden, sobre todo cuando tantos miles de personas nos vemos reflejadas en esa madre, abuel@s, ti@s, vecin@s, maestr@s ante este hecho tan injusto, brutal y doloroso. La mente del ser humano sigue sin conocerse con totalidad, así como su funcionamiento y el cerebro continúa siendo la parte más compleja e importante a la vez, del cuerpo humano. A veces no deberíamos buscar respuestas, a veces deberíamos no poner etiquetas, ni rótulos; solo a veces debemos de intentar sentir las emociones que tenemos desde la aceptación, dándole valor a lo que sentimos, sabiendo de dónde vienen y entendiendo que así debe de ser en este momento. Una persona puede ser impredecible y, por el contrario, una persona con un diagnóstico en salud mental con su tratamiento ajustado y pautado, con un seguimiento profesional (psiquiátrico, psicológico, social, etc.) generalmente se sabe y se espera lo que puede sentir, decir o hacer. Son enfermedades conocidas, estudiadas, y tratadas las mentales, y eso convierte a esta población en personas sin intención de hacer daño o infligir dolor a otras. Son personas NO peligrosas NI agresivas, NI mucho menos malas. Aprendamos a quitar estigmas, señales, marcas, que solo nos detienen como sociedad, como grupo y dejan a un número importante de personas fuera de un sistema, sin oportunidades. Aprendamos a hablar de lo que pasa realmente, de la violencia machista, de los derechos de las mujeres y de los hombres, de que nadie debe hablarnos mal, insultarnos o agredirnos, y que, si esto pasa: HAY QUE DENUNCIAR. Este mensaje no nos cansemos de repetirles a nuestros más jóvenes, a l@s que desde pequeñ@s comienzan a transitar por el difícil camino de las relaciones humanas. Solo será la prevención, la educación y el dialogo, lo que nos va a llevar a convertirnos en una sociedad más justa y más humana. 

                                                              Luisina Daives. Psicóloga de Amadem 

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