La Guerra: una Bomba a Nuestra Salud Mental

Cuando hablamos de los efectos psicológicos de una guerra, nos referimos a las heridas invisibles, las que no se ven. Cicatrices que no se marcan en la piel, pero que pueden durar años. Las muertes y la destrucción de hogares, hospitales, escuelas, etc. se producen en frente de nuestros ojos y saltan a la vista. Como consecuencia del conflicto, aparecen rápidamente el aumento de los precios de los alimentos y las necesidades básicas, la escasez de suministros médicos, el colapso del sistema educativo, las migraciones y el caos. Pero hay un aspecto que suele recibir menos atención mediática, del que casi no se habla: “el impacto psicológico y psiquiátrico” en las personas que viven la guerra en primera persona, y de las que la vivimos de cerca por una cuestión geográfica, cuya salud mental se verá gravemente afectada. Con la guerra llega el miedo a morir, la incertidumbre, el caos, el conflicto atroz. No se trata únicamente de los impactos de las bombas o del exilio forzoso, sino que se ve truncado, roto, todo un plan de vida. Ya nada volverá a ser igual. Sin escuelas, sin centros de salud, sin alimentos, la población se ve forzada a abandonar a su familia, su país, su origen cultural. Los conflictos armados pueden hacer saltar por los aires los proyectos de toda una generación, de toda una vida. Al principio, la población está sometida a un estrés inicial; hablaríamos aquí de una ansiedad reactiva. Pero, con el paso del tiempo, y en función de las experiencias personales y de cuánto dure ese estrés, pueden aparecer trastornos psiquiátricos. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cinco personas en zonas de conflicto vive con algún tipo de trastorno mental, desde la depresión leve hasta cuadros agudos de psicosis. Reaccionar con miedo, tristeza, angustia y preocupación es completamente normal, y todavía no estaríamos hablando de trastornos. Pero si las causas que provocan esas reacciones se prologan en el tiempo, o son lo suficientemente intensas, pueden desembocar en trastornos psiquiátricos que siguen afectando a las personas cuando ya no están en peligro. Ante esta realidad tan apremiante y tremenda urge que las instituciones internacionales prioricen el desarrollo de servicios de salud mental en contextos de guerra, o por lo menos que los servicios de salud mental con los que ya contamos, trabajen con eficacia y eficiencia, cosa que no está pasando en nuestra comarca, por ejemplo, ya que no contamos si quiera con especialistas en psiquiatría suficientes para el número de personas que somos.

Luisina Daives. Psicóloga de Amadem

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