DÉJAME VIVIR SINTIENDO

Hoy vamos a hablar de un tema que hemos tocado ya, pero que en tiempos como los que vivimos cada vez se hace más necesario recordar, y es entender que: “Educar la mente sin educar el corazón no es educar”. Prestamos poco interés a nuestras emociones cuando en realidad somos un producto de ellas. Las emociones condicionan nuestra forma de mirar el mundo, movilizan nuestras ilusiones, nos hacen tomar decisiones. Son capaces de sacar de las personas lo mejor y a veces también lo peor.

Si algo ha marcado estos días de confinamiento ha sido la intensidad en la que hemos vivido cada una de nuestras emociones. El miedo, la incertidumbre o la frustración nos han acompañado día y noche pero también la esperanza, la admiración o la gratitud. Conjugar estos estados emocionales, tan contradictorios y ambivalentes nos ha generado mucho desconcierto e incertidumbre, nos ha dejado y nos deja en un estado de ansiedad y tensión casi permanente. Y aquí entran los y las pequeñas de la casa, quienes también han experimentado esta montaña rusa de emociones y han observado cómo sus mayores les hacíamos frente. A pesar de haber demostrado gran capacidad de adaptación, much@s de ell@s se encuentran en un momento de elevada reactividad emocional mostrándose mucho más sensibles, irritables o con miedos. Con problemas para conciliar el sueño, para respetar las normas, para hacer las tareas escolares con concentración. Creemos que ahora más que nunca la EDUCACIÓN EMOCIONAL debería convertirse en lo más crucial y básicode nuestro acompañamiento. Un aprendizaje que les permita entender lo que les recorre por dentro, que les haga sentir que entendemos las emociones por las que transitan, que les ayude a hacer frente a todos los retos que la vida les pone enfrente. Una buena gestión emocional que les proporcione Salud Mental, que les enseñe a quererse, que les haga empátic@s, resilientes y agradecid@s. ¿Y todo esto como se hace? Tenemos que intentar crear espacios diarios donde puedan expresarse con libertad y compartir todo aquello que sienten, necesitan o les preocupa. VALIDEMOS cada una de sus emociones sin juzgarlas. Expliquémosles que no hay emociones buenas ni malas, todas son necesarias. Acompañémosles desde el RESPETO y la CALMA con miradas que entiendan, con abrazos que curen, con besos que reconforten. Enseñémosles a ser agradecid@s, a interesarse por lo que sienten otras personas, a escuchar activamente. Establezcamos límites claros, concretos y estables que les proporcionen seguridad y protección. Seamos un modelo positivo en la gestión de nuestras propias emociones. Intentemos prestar atención a las señales de alarma que nos informan que algo no va bien. Las rabietas, los lloros, los enfados constantes nos avisan que hay emociones no resueltas, que nuestr@s hij@s necesitan solucionar. Tenemos una gran tarea por delante, ¡vamos a por ello!

Luisina Daives. Psicóloga de Amadem

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