CARTA DE UNA MADRE

No es fácil. Esto, lo piensas un año “después de”. Porque, cuando te llega la primera crisis de tu hijo, es cómo un puñetazo, un bombazo. Esto no me puede estar pasando a mí… no es verdad… es un mal sueño… seguro que hay una explicación. Y pasas, de urgencias a la planta de psiquiatría, a casa y otra vez… Y NADIE TE EXPLICA NADA. La mayoría de las veces porque tu hijo ya es mayor de edad, y a tú no te dicen nada. Con un poco de suerte, llegas a leer un informe médico. Todo en siglas, todo en lenguaje desconocido. Miras en Internet y te asustas. Sólo te queda una cosa: Él tiene una “ENFERMEDAD MENTAL” … Grave… Este ser, hasta ahora cariñoso, vivaracho, que llenaba las reuniones familiares de sonrisas y abrazos, te lo devuelven  callado, ensimismado, ausente. La mirada perdida, es lo que más duele. ¿Dónde se ha ido mi hijo? ¿Qué maleficio lo ha transformado en este ser desconocido para mí, a veces agresivo, a veces aterrado y tembloroso? Se lo ha tragado una ambulancia, un historial médico, unas pastillas, que, te dicen, se tendrá que tomar TODA LA VIDA. Del estupor pasas a la desesperación. Tu vida no tiene sentido, no más que la que pende de un hilo incierto. Y nadie, nada te ofrece una solución, un alivio, un “¿qué hacer?”, en estos casos. Cómo afrontar este nuevo reto, como aliviar el dolor de tu ser querido que se hunde bajo las voces y los delirios que le acechan? Nadie te había preparado para esto. Porque de esto, nadie dice nada. Hasta que un día, alguien te habla de AMADEM, una asociación sin ánimo de lucro que lleva humildemente funcionando desde hace unas décadas. Te aconsejan apuntarte. Tiene un grupo de ayuda a los/as familiares, te dicen. Y vas. Te llaman para un primer encuentro con las familias. Llegas abochornada y un poco temerosa. Te recibe una psicóloga y unos cuantos familiares con más experiencia que tu (algunos llevan más de 20 años bregando con la enfermedad). Te invitan a contar tu historia. Lloras y te desahogas. Te contestan, te asesoran, te aconsejan. Sientes empatía y consuelo. Vuelves a quedar para la próxima reunión. Te involucras. Vas conociendo a otras personas con diagnóstico de enfermedad mental. Te acercas a ellas y comprendes. Cómo se sienten, cómo reaccionan. Te das cuenta que, bajo el efecto de los medicamentos el ser queda íntegro, la emoción por el arte, la poesía, la música… Poco a poco te vas enfrentando a la realidad. Miras a tu hijo a los ojos, de tú a tú. Le sonríes. Le transmites confianza, serenidad, todo lo que de repente te ha faltado en estos últimos tiempos. Habrá todavía recaídas, momentos de flaqueza, de duda, de zozobro. Pero YA NO ESTÁS SOLA. Una última llamada a la solidaridad del resto de la sociedad; esto os puede pasar a cualquiera cualquier día. La falta de salud mental no es algo bochornoso que esconder, es una realidad que nos puede pasar en algún momento de la vida. Que podamos hablar de ello sin tapujos es un paso enorme. GRACIAS, AMADEM, por vuestra labor imprescindible en esta sociedad que obvia conscientemente, todo lo relacionado con las enfermedades mentales. GRACIAS, por vuestro esfuerzo y empeño. GRACIAS A TOD@S, por escucharme.

María José Ramos Sabatié

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